lunes, 5 de noviembre de 2012

Grito sin voz



Ya ni siquiera grito, antes lo hacía pero nadie me escuchaba. Ya solo puedo llorar, quieta, mientras lo siento encima de mí. Lloro, me ahogo y no puedo hacer nada más, solo arrepentirme. Arrepentirme quizás de no haberlo visto antes, de no haber podido evitarlo.
Quiero gritar. Necesito gritar y no puedo. Me ahogo… Está encima de mí, lo siento cómo gime, cómo balbucea, lo veo cómo sonríe, siento cómo su cuerpo, sus manos, ¡todo se adentra en mí! Y no puedo evitarlo. Miro al techo y lloro, quiero que todo pase, que todo termine, que nunca antes hubiera pasado nada de esto.
Cómo no pude verlo antes… No lo vi, él siempre fue un amigo, un amigo con el que contar. No puedo creer que me esté haciendo esto, pero no es él, no es esa persona. Sigue pegándome, no sé por qué. Yo no me muevo, no grito, solo intento desaparecer. Me obliga a que le mire, eso le gusta. Quiere ver cómo me retuerzo de dolor ¡Me está matando!
Ya está. Todo terminó. Lo he sentido cómo estallaba dentro de mí, y yo no he podido evitarlo, solo intentar mirar a otra parte, por no vomitar, por no sentirme más humillada de lo que me siento. Y me duele. ¡Dios, cómo me duele! No había sentido el dolor. No ese dolor, sino el de mi orgullo, no puedo más. Ni siquiera sé qué parte me ha dolido más, quizás los golpes del principio, ¿cuando me tiró en la cama me golpeó? Sí, lo hizo, creo que por eso hay sangre en mi cara.
Se acaba de levantar, no quiero mirarlo. Tiene sangre y sé que es mía. Tengo tanto miedo. Intento taparme, no sé muy bien por qué, pero necesito hacerlo. Mi ropa está rota, rajada, manchada, manchada de mí, de él. Siento tanto asco.
No quiero mirarlo, lo siento a mi lado vistiéndose, preciso, con movimientos limpios, como si no acabara de hacer nada más que levantarse de una siesta. Y yo lo único que puedo hacer es llorar, como lloran los niños pequeños, con ese llanto y esa congoja. De nada me sirvió gritar al principio, ni ahora, ya todo me da igual. Solo quiero que se vaya, poder limpiarme todo lo que me corre ahora entre las piernas, quitarme de esta cama mojada, que ya no es mía, le tengo casi tanto asco como a mí misma.
 ¡Vete!- es lo único que puedo articular ahora, me duele todo demasiado, estoy demasiado cansada, no puedo decir nada más. Pero se ríe, me mira y se ríe.             ¡Vete! ¡Vete!- pero le da igual, sigue riéndose. Ya no puedo más, mi coraje, mi odio, se mezclan con la humillación que siento, y no puedo.
Es curioso, ya no me importa nada, pero aun así me estremezo. Vuelve hacia mí, y tengo tanto miedo… Me tira de los pelos y me dice algo. Sí, que no diga nada, que me matará. Me está amenazando y me hace daño, me duele. Ya no me quedan lágrimas, no tengo fuerzas para llorar. Ya no.
De repente no lo siento, creo que se ha ido, siento cómo los pasos se alejan y el ruido de la puerta al cerrarse. Me quedo quieta e inmóvil, muda, sin articular palabra, mirando al vacío y viendo siempre lo mismo: su cara, su risa, sintiendo su sudor, sus golpes para silenciar mis gritos, viéndome quieta e impotente mientras le siento restregarse sobre mi cuerpo, viendo cómo me aprieta, cómo me toca… ¡Me duele todo tanto! Pero mis lágrimas se secaron, mis ojos se agrietaron y ya por fin dejé de temblar. ¿Qué hago? ¿Qué hago ahora? Necesito que alguien me abrace, que me diga que todo va a salir bien, que me cure. Pero ahora todos me dan miedo. Él era mi amigo. Y no puedo, no sería capaz de soportar sus miradas de lástima, de compasión, me da vergüenza, no puedo hacerlo. Denunciar, sé que tengo que hacerlo, pero…  tengo mucho miedo, y, por qué no decirlo, ¡vergüenza! No lo soporto. Solo quiero olvidar, todo tiene que pasar. Sí, todo pasará, no pensaré en ello, no lo recordaré, lo borraré de mi mente, lo eliminaré. Si no lo hago no lo voy a poder soportar, lo sé.
Me levantaré, quitaré y lavaré las sabanas, me limpiaré toda la sangre y todo el esperma que hay en mí, me curaré las heridas y abriré las ventanas para que entre aire nuevo, para que desaparezca este olor, este aire viciado y pesado cargado de gritos, de angustia, de vergüenza. Después quizás me tire en el sofá hasta que llegue alguien. Sí, eso haré. Seguro que el tiempo pasará, que todo quedará, lo olvidaré, lo sé, me obligaré a hacerlo y seré feliz, a pesar de todo.

"La esperanza de la impunidad es para muchos hombres
una invitación al delito."
Villaume, Pierre

Ana García

sábado, 3 de noviembre de 2012

Mis razones para ir a la Huelga

Tengo 22 años, y durante estos 22 años he hecho todo lo que mis padres, mis profesores y los Gobiernos me dijeron que era bueno hacer. He cursado estudios superiores y no he cotizado ni un mes de trabajo en una región donde existe un 36% de paro y más de un 50% de paro juvenil.

Tal vez fui demasiado tonto y no aproveché la oportunidad que el boom inmobiliario dio
 a muchos jóvenes. Tal vez no debería haber seguido estudiando, y debiera haberme buscado un trabajo seguro que me procurase algo de estabilidad económica. Tal vez, si hubiese hecho todo eso, ahora estaría condenado a pagar una deuda impagable, desahuciado y embargado, sin estudios, sin trabajo y sin posibilidades de prosperar.

Pero lo cierto es que, con más pena que gloria, me encuentro acabando mis estudios universitarios, sin atisbar una salida laboral, sabiendo que la vía educativa (por la cual tengo que pagar 1800 euros para poder hacer cualquier oposición) está cerrada, sabiendo que lejos de crearse empleo, como prometió este Gobierno, se está destruyendo como nunca antes se había hecho. La única salida que vemos muchos jóvenes es hacer las maletas y buscar un futuro incierto en otro país más agradecido, lejos de todo lo que valoro y he conocido.

Pues bien, no me da la gana. No me da la gana de tener que seguir pagando cada año más y más por un derecho fundamental que es la educación. No me da la gana que se violen todos los tratados aprobados por el pueblo español. No me da la gana que me mientan diciendo que no hay dinero, dejando naufragar a un sinfín de familias arruinadas al tiempo que los ruinosos bancos son rescatados con el dinero que sale de nuestro sacrificio.

No me da la gana que el IVA suba al 21%, quebrando las esperanzas y posibilidades de los pequeños comercios, que son los que más empleo generan. No me da la gana que un funcionario cobre la mitad de su sueldo, o hasta un 80% menos solo por estar enfermo. No me da la gana que se recorten los derechos que se consiguieron después de tantas luchas sociales. No me da la gana volver al siglo XIX.

No acepto los recortes en educación, en sanidad, ni en democracia. No acepto el capitalismo, por su manera de enemistar y esclavizar a la humanidad. No acepto que no se vaya a una huelga porque se crea que no sirve para nada. No acepto el individualismo insolidario que pregona esta sociedad. No acepto tampoco que se esgriman excusas para no confluir con tus conciudadanos en la "búsqueda de la felicidad".

Aquellos que ocasionaron esta "crisis", los ricos -quienes han estafado y traficado con todo lo posible y lo imposible-, son quienes nos culpan, bajo el nombre de "los mercados" y a través de los Gobiernos, de la situación que ellos han provocado. Nos hacen culpables no por nuestros crímenes, sino por nuestra apatía, es decir, porque les dejamos.

Ahora es nuestro momento. El 14 de Noviembre podemos alzar la voz en nombre de la clase trabajadora de Grecia, Portugal y España. La huelga es una herramienta, un instrumento de trabajo para crear el bienestar de los pueblos contra la opresión del capital. Debemos emplearla, y hacerlo eficazmente. Unamos fuerzas y paremos el país para que entiendan que NO SOMOS SUS ESCLAVOS, y vamos a luchar.



Víctor Peña González,

Movimiento Crítico