Ya
ni siquiera grito, antes lo hacía pero nadie me escuchaba. Ya solo puedo
llorar, quieta, mientras lo siento encima de mí. Lloro, me ahogo y no puedo hacer
nada más, solo arrepentirme. Arrepentirme quizás de no haberlo visto antes, de
no haber podido evitarlo.
Quiero
gritar. Necesito gritar y no puedo. Me ahogo… Está encima de mí, lo siento cómo
gime, cómo balbucea, lo veo cómo sonríe, siento cómo su cuerpo, sus manos,
¡todo se adentra en mí! Y no puedo evitarlo. Miro al techo y lloro, quiero que
todo pase, que todo termine, que nunca antes hubiera pasado nada de esto.
Cómo
no pude verlo antes… No lo vi, él siempre fue un amigo, un amigo con el que
contar. No puedo creer que me esté haciendo esto, pero no es él, no es esa
persona. Sigue pegándome, no sé por qué. Yo no me muevo, no grito, solo intento
desaparecer. Me obliga a que le mire, eso le gusta. Quiere ver cómo me retuerzo
de dolor ¡Me está matando!
Ya
está. Todo terminó. Lo he sentido cómo estallaba dentro de mí, y yo no he
podido evitarlo, solo intentar mirar a otra parte, por no vomitar, por no
sentirme más humillada de lo que me siento. Y me duele. ¡Dios, cómo me duele!
No había sentido el dolor. No ese dolor, sino el de mi orgullo, no puedo más.
Ni siquiera sé qué parte me ha dolido más, quizás los golpes del principio, ¿cuando
me tiró en la cama me golpeó? Sí, lo hizo, creo que por eso hay sangre en mi
cara.
Se
acaba de levantar, no quiero mirarlo. Tiene sangre y sé que es mía. Tengo tanto
miedo. Intento taparme, no sé muy bien por qué, pero necesito hacerlo. Mi ropa
está rota, rajada, manchada, manchada de mí, de él. Siento tanto asco.
No
quiero mirarlo, lo siento a mi lado vistiéndose, preciso, con movimientos
limpios, como si no acabara de hacer nada más que levantarse de una siesta. Y
yo lo único que puedo hacer es llorar, como lloran los niños pequeños, con ese
llanto y esa congoja. De nada me sirvió gritar al principio, ni ahora, ya todo
me da igual. Solo quiero que se vaya, poder limpiarme todo lo que me corre
ahora entre las piernas, quitarme de esta cama mojada, que ya no es mía, le
tengo casi tanto asco como a mí misma.
¡Vete!- es lo único que puedo articular ahora,
me duele todo demasiado, estoy demasiado cansada, no puedo decir nada más. Pero
se ríe, me mira y se ríe. ¡Vete! ¡Vete!- pero le da igual, sigue
riéndose. Ya no puedo más, mi coraje, mi odio, se mezclan con la humillación
que siento, y no puedo.
Es
curioso, ya no me importa nada, pero aun así me estremezo. Vuelve hacia mí, y
tengo tanto miedo… Me tira de los pelos y me dice algo. Sí, que no diga nada,
que me matará. Me está amenazando y me hace daño, me duele. Ya no me quedan
lágrimas, no tengo fuerzas para llorar. Ya no.
De
repente no lo siento, creo que se ha ido, siento cómo los pasos se alejan y el
ruido de la puerta al cerrarse. Me quedo quieta e inmóvil, muda, sin articular
palabra, mirando al vacío y viendo siempre lo mismo: su cara, su risa,
sintiendo su sudor, sus golpes para silenciar mis gritos, viéndome quieta e
impotente mientras le siento restregarse sobre mi cuerpo, viendo cómo me
aprieta, cómo me toca… ¡Me duele todo tanto! Pero mis lágrimas se secaron, mis
ojos se agrietaron y ya por fin dejé de temblar. ¿Qué hago? ¿Qué hago ahora?
Necesito que alguien me abrace, que me diga que todo va a salir bien, que me
cure. Pero ahora todos me dan miedo. Él era mi amigo. Y no puedo, no sería
capaz de soportar sus miradas de lástima, de compasión, me da vergüenza, no
puedo hacerlo. Denunciar, sé que tengo que hacerlo, pero… tengo mucho miedo, y, por qué no decirlo,
¡vergüenza! No lo soporto. Solo quiero olvidar, todo tiene que pasar. Sí, todo
pasará, no pensaré en ello, no lo recordaré, lo borraré de mi mente, lo
eliminaré. Si no lo hago no lo voy a poder soportar, lo sé.
Me
levantaré, quitaré y lavaré las sabanas, me limpiaré toda la sangre y todo el esperma
que hay en mí, me curaré las heridas y abriré las ventanas para que entre aire
nuevo, para que desaparezca este olor, este aire viciado y pesado cargado de
gritos, de angustia, de vergüenza. Después quizás me tire en el sofá hasta que
llegue alguien. Sí, eso haré. Seguro que el tiempo pasará, que todo quedará, lo
olvidaré, lo sé, me obligaré a hacerlo y seré feliz, a pesar de todo.
"La esperanza de la impunidad es para
muchos hombres
una invitación al delito."
Villaume, Pierre
Ana García
No hay comentarios:
Publicar un comentario